viernes, 23 de marzo de 2007

LOS ADORADORES

Y nos hizo Reyes y Sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea la gloria imperio por los siglos, Amen. (Apocalipsis 1: 6)
Adoradores, no puede haber mayor privilegio que este. Esta es nuestra condición y situación delante de Él. Hemos sido llamados a estar delante del Rey, a estar delante de su trono, hecho y creados para su gloria.
Todos los llamados de mi nombre para gloria mía los he creado, los forme y los hice. Sacad al pueblo... (Isaías 43: 7,8 y ss)
Y mientras recorremos el camino de nuestras vidas nos dirigimos hacia un propósito eterno en él, vamos con un encargo valioso, el ser un pueblo Santo como él lo es, un pueblo que solo desea agradar a Dios. Un pueblo que no guarda lugar para la ofensa, sino para dar amor, que no se permite contaminarse por odios, envidias ni celos. Para vivir sin rencores y más bien, ha aprendido a responder de manera diferente, con aquella naturaleza eterna, la vida de Dios que esta en nosotros, y manifestar su gloria, su poder, su dignidad, honra, valor, esplendor y dominio.

El Reino de los cielos se ha acercado con poder transformador sobre la vida de las personas, una nueva identidad espiritual provista por Dios, actuando sobre un carácter cimentado en la Palabra de Dios La Iglesia como una esposa ataviada espera este retorno y aumenta el deseo y pasión por su amado. Por lo tanto, la adoración ya no es una enseñanza que se pueda compartir, es una experiencia que se anhela vivir. Jer.31 : 33-34. Es la experiencia de nuestra unión con Dios, es la experiencia del encuentro; el atraer su presencia y el entrar en su presencia, produciendo vida en su Iglesia, y nos trae sanidad física y espiritual.

Cuando estamos en la presencia de Dios en alabanza, permitimos que ÉL hable a nuestro corazón. A medida que somos quebrantados y probados en su presencia, actitudes, pensamientos y deseos escondidos comienzan a ser separados de nosotros. El poder de Dios se manifiesta en nosotros rompiendo ataduras (Isaías 10:27), abrumados por el amor de Dios podremos decir como Jeremías ¡Tu amor pudo mas que yo! (Jeremías 20:7)

Adorar a nuestro Dios es nuestra razón de existir, es decir, nuestro continuo vivir. Esta en nuestro quehacer, en cada pensamiento, en cada gesto, en cada decisión que tomamos. Todo lo que representa nuestra voluntad, en cada una de nuestras motivaciones, es el anhelarle y el reconocer su presencia, en lo íntimo y en lo público. Fuimos hechos para ser la expresión de su gloria y amor para la intimidad con Dios de la manera más extraordinaria.

Adorar es la relación más poderosa por la cual podemos conocer cada día más a Dios y por ella Cristo se hace cada vez más evidente en nosotros

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