jueves, 15 de marzo de 2007

ENCONTRANDO EL CAMINO

Nosotros podríamos olvidar algo que hemos leído, podemos olvidar algunas reglas, podemos olvidar muchas cosas, pero difícilmente podremos olvidar aquello que hemos vivido y experimentado en la vida junto a otros, en la convivencia compartida en la vida de manera personal e intima, como lo fue con los discípulos de Jesús, que caminaron con él día a día viviendo lo sobre natural, verdadero, que se constituía en una marca, en una experiencia inolvidable de la que participaron junto al gran Maestro una y otra vez. Y esto los identifico con él para siempre, una transferencia de vida.
Cuando se ha vivido algo tan maravilloso no queda mas que el deseo de volver a vivirlo, de seguir
viviéndolo aún con otros y compartir esa manera tan excepcional de vivir esta relación, que Jesús es el Camino la verdad y la vida, el pan de vida, al cual el llama a venir en pos de él “venid a mí” “venid en pos de mí” “sígueme” (Marc 1:17; Mat 4:19; Luc 5:10; Mat 9:9; Luc 2:14.)
El Llamamiento, con el que él ha llamado nos convierte en testigos con poder y autoridad.
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Se les llamaba ”discípulos” del Maestro. Porque reconocieron y aceptaron que Jesús era el Mesías, esto implicaba claramente un llamamiento de fe. El seguir a Jesús.
Implica la entrega de vida al Maestro en sumisión absoluta a su soberanía “Ningún siervo puede servir a dos señores”.
Ahora la única norma de conducta era el amor perfecto y este amor había de manifestarse en obediencia a Cristo.
Se trata de las características espirituales genuinas del reino y de los sacrificios necesarios para alcanzarlas. Jesús advirtió: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios( Lucas 9:62).
Al no comprender con claridad el mensaje de la cruz, no entienden el lugar que ocupan en el Reino de Dios.
Es la obediencia suprema como la expresión del amor:Si me amáis guardad mis mandamientos.” “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor…” “ Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando (Jn. 14:15, 21,23,24, 24; 15:10,12, 14.)
Jesús repetidas veces expresó que no buscaba su voluntad sino que la voluntad del Padre, quien lo había enviado, y que por ello permanecía en su amor. (Jn. 15:10; 17:4)
La cruz no fue sino el remate glorioso de la entrega al cumplimiento de la voluntad del Padre.
Nadie puede hacer caso omiso a esta lección, al igual que Jesús el hacer la voluntad del Padre es el único deber del siervo, lo digno de un discípulo.
No solo comunico el cumplimiento de la ley, sino hizo realidad una experiencia más profunda, alguien que los amaba y dispuesto a poner su vida en sacrificio, esto que la cruz le fue inevitable, con el amor de Dios por un mundo perdido, la revelación del propósito eterno de salvar para sí un pueblo, incluso la muerte la aceptaba voluntariamente por amor a ellos
y en la dedicación a ese propósito de evangelismo entregó su vida ”por ellos”, esta demostración de amor como conducto para que el mundo conociera que el evangelio era verdadero.

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