jueves, 10 de mayo de 2007

DEJANDO LA DUREZA DE CORAZÓN

Cuando le entregamos al Señor nuestras vidas, el es dueño de todo, nosotros le pertenecemos como el a nosotros, por eso somos su cuerpo y el Señor nuestra Cabeza.
En el Antiguo Testamento parecía que no le entendieron nada a Dios, quiso que desde el más adulto hasta el más pequeño tuviera derecho a escuchar la voz de Dios y le rechazaron, quiso grabar sus leyes en sus corazones para que pudiera ser parte del hombre, y le rechazaron, tuvo que dárselas escritas para confrontar sus corazones,
Para que le teman, y reconozcan quien es Dios, Soberano dueño de todo lo creado, siempre Presente. Quiso hacer de ellos un “Reino de Sacerdotes” y lo despreciaron, etc, etc ...
No entendían nada por la dureza de corazón...
Urge hoy en día una reforma profunda en la Iglesia, volver al mensaje del Evangelio del Reino, a su predicación, y vivir en la gracia, frente a tomar la ley y estar obligados a cumplirla toda, lo que hoy en día resulta una suerte de judaísmo, por judaizantes contemporáneos que han adquirido una mente tributarista y legalista, envés de la sana doctrina espiritual para guiar y transformar el corazón humano.
Todos debemos de participar de corazón dando y ofrendando cuanto nos sea posible, e invertir nuestro tiempo en otras vidas para Dios , pero todos merecemos la Verdad, y no argumentos acomodados sin el correcto sustento Bíblico, y que tantos lo han tomado como la verdad para la Iglesia, que creen así por que simplemente así les fue enseñado.
No quito la virtud de hombres bien intencionados, que anhelan hacer la obra, pero que también necesitan más de la luz que les alumbre el entendimiento, claramente vemos la necesidad de cambiar en la manera de pensar y que la vieja teología no nos convierta solo en comentaristas de lo que otros nos dicen que debamos aceptar,
son tiempos nuevos con las promesas que Dios reservó para nosotros sus hijos en estos tiempos, en una comunidad que trasciende todas las barreras, para manifestar el testimonio de poder del Reino de Dios en sus Hijos.

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