lunes, 15 de enero de 2007

LA DOCTRINA DE CRISTO

“Estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (20:31).
Los otros escritores de Evangelios hubieran hecho eco de este mismo fin, fuera el blanco principalmente lectores no cristianos para ser ganados a la fe, o una congregación cristiana a quien le hacía falta la instrucción y ánimo para poner en práctica la fe que profesaba.
Con eso en mente, los escritores presentaban los hechos de la vida y enseñanzas de Jesús que ellos mismos habían aprendido o recordado. Y es a estos cuatro hombres a quienes debemos casi todo el conocimiento histórico que poseemos acerca de Jesús.
Las muy pocas referencias que tenemos de Jesús en la literatura no cristiana del primer siglo más o menos, después de su muerte, nos dicen que vivió y murió como un maestro y obrador de maravillas en Palestina a principios de la década de los 30, y que obtuvo un grupo de seguidores lo suficientemente dedicados como para formar la base de un creciente movimiento religioso. No nos dicen nada de cómo era ni de lo que enseñaba.
Las referencias acerca de la vida terrena de Jesús en el resto del NT son pocas y sin detalles, y no tenemos otras fuentes cristianas de información hasta la aparición de los llamados “Evangelios apócrifos” en el siglo II. Estos mayormente se interesaban menos en la vida terrena de Jesús que en sus enseñanzas. Los detalles que incluyen son tomados de los cuatro Evangelios del NT o de una acumulación progresiva de relatos legendarios acerca de Jesús que fueron mayormente el resultado de una imaginación popular y de los intereses especiales de una nueva marca gnóstica de cristianismo.
Si hemos de conocer la realidad histórica de la vida y ministerio de Jesús, tendremos que recurrir a Mat., Mar., Luc. y Juan. Y aquí estamos sobre terreno firme. Entre ellos tenemos la perspectiva de Jesús como una figura histórica y de su vida y enseñanzas más completa que de cualquier otra personalidad del mundo antiguo.
[1]

Lucas 1:30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. 34 Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón. 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.
[2]

Títulos usados para Jesús durante su vida
El nombre Jesús no es, estrictamente, un título. No obstante es un nombre con significado, una forma gr. de “Josué”, e. d. ’Yahvéh es salvación”. Los escritores neotestamentarios conocían bien este significado (Mt. 1.21). Por lo tanto, este nombre indicaba la función que se le atribuía a Jesús, lo que más tarde encontró expresión en el título Salvador, que al princpio era simplemente una descripción de la función de Jesús (Hch. 5.31; 13.23; Fil. 3.20), pero que posteriormente se convirtió en parte de su majestuoso título (2 Ti. 1.10; Tit. 1.4; 2 P. 1.11). Jesús era el nombre personal del Salvador
[3]


Cristo: Palabra griega que traduce la palabra hebrea «Mesías». Ambas palabras significan «ungido»
[4]

Mesías: Palabra hebrea que significa «ungido». Ungir significa untar, frotar o derramar aceite. Antiguamente en Israel, cuando alguien iba a ser nombrado rey o sacerdote, se le untaba aceite de oliva en la cabeza; eso indicaba que Dios había elegido a esa persona para una misión especial y para revelar su poder. Por medio de los profetas, Dios prometió al pueblo de Israel que enviaría un libertador y que crearía un reino nuevo y mejor. A esa persona prometida por Dios se le llamó «Mesías». Jesús era ese Mesías prometido por Dios. La palabra Cristo significa lo mismo que Mesías.
[5]


La repetición prominente del título Cristo o Jesucristo (1, 16, 17, 18) de Jesús, Mateo claramente lo usa aquí con el pleno impacto de un título, “Mesías”, el verdadero rey de Israel en la línea de David, cuya llegada todos esperaban con anhelo.
Los nombres desde Abraham hasta el exilio son bien conocidos en el AT, pero la mayoría de los que aparecen en la tercera sección son, generalmente, desconocidos. La lista presentada por Lucas de los antepasados de José (que también incluye a su propio padre) es diferente. Probablemente, Lucas nos ofrece un árbol genealógico “físico”, mientras que Mateo da la lista oficial de la sucesión al trono (la que no necesariamente pasaría de padre a hijo, sino que quedaría en la familia). Su interés es mostrar el derecho que Jesús tiene (a través de José) al título de “Rey de los judíos”.El v. 16 indica sin ambigüedades que Jesús no fue el hijo físico de José (de la cual, femenino).
Incluso la frase «Hijo del Hombre», que Cristo usó para referirse a sí mismo, halla sus raíces en el AT. Tales alusiones afectan a toda traducción en relación con determinados términos clave que ocurren en ambos testamentos.
Citas directas del Antiguo Testamento
En el NT encontramos también citas directas del AT, entre las que se hallan múltiples pasajes poéticos. Con frecuencia los autores dejan ver en sus citas el carácter poético del texto citado, y al mismo tiempo identifican la fuente citada mencionando al libro mismo o a su autor:

Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo…
(Mt 2.17)

Como está escrito en el profeta Isaías… (Mc 1.2)

Pues David dice de él… (Hch 2.25)

Como también en Oseas dice… (Ro 9.25)

Cuando no se menciona el libro o el autor, hay generalmente alguna referencia general que indica la presencia de una cita; por ejemplo, «está escrito», o bien «un profeta»:

Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta… (Mt 1.22)

Como está escrito… (Ro 3.10; 14.11; 15.9; Gl 4.27, etc…)

Alguien testificó en cierto lugar… (Heb 2.6)
Cuando los escritores neotestamentarios citaban el AT, lo hacían para subrayar algún punto de importancia. Esto significa que la cita puede contener una o dos palabras, o alguna expresión más amplia, que vincule la cita a su contexto inmediato. También puede ser que una o dos palabras del AT, introduzcan algún término clave que cobre importancia en el NT. Los traductores del NT. deben prestar especial atención a la traducción de tales expresiones. Dicho de otro modo, deberán ajustar sus principios de traducción de equivalencia dinámica y ser más conservadores, y hasta literalistas, a fin de preservar en su traducción esta importante terminología.
Por ejemplo, en el segundo capítulo de Hch. se halla una hermosa cita del profeta Joel, en la que se anuncia el derramamiento del Espíritu Santo. Hacia el final de la cita leemos:

19 Y (yo) daré prodigios arriba en el cielo
y señales abajo en la tierra,
sangre, fuego y vapor de humo;
20 el sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre,
antes que venga el día del Señor,
grande y glorioso… (Hch 2.19-20)
Como podemos ver, este trozo poético comparte con la poesía hebrea un rasgo común y es el cambio de primera persona («yo») en la primera línea a tercera persona («el día del Señor») en la penúltima línea. Los traductores acostumbrados a aplicar los principios de equivalencia dinámica posiblemente verán en este cambio un problema de comprensión para el lector, y con toda probabilidad cambiarán de tercera a primera persona en la penúltima línea, a fin de que al decir «antes que venga mi día» el texto fluya con más naturalidad .Sin embargo, la expresión «el día del Señor» es de gran importancia en el AT. y en el mensaje profético; además, en el NT. cobra importancia capital (1 Co 5.5, «el día del Señor Jesús»; 1 Ts 5.2, «el día del Señor»; Ap 16.14, «el gran día del Dios Todopoderoso»). Por lo tanto, parece más conveniente traducir este pasaje de manera más conservadora. Una traducción más literal le permite al lector de Hechos estudiar el texto con mayor apego al original, y ver al mismo tiempo las relaciones que éste guarda con su contexto inmediato, lo mismo que con otros libros del Antiguo y del NT.
El costo del mesiazgo (ver Mat. 16:21–28; Luc. 9:22–27). Jesús enseñó a sus discípulos que era necesario que … padeciese mucho: el rechazo por los dirigentes religiosos (quienes, como hemos visto, eran sus enemigos), una muerte violenta y una resurrección al tercer día.
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios. 13 Allí estará esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. 14Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

[1]Carson, D.A.; France, R.T.; Motyer, J.A.; Wenham, G.J., Nuevo Comentario Biblico: Siglo Veintiuno, (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones) 2000, c1999.
[2]Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
[3]Douglas, J. D., Nuevo Diccionario Biblico Certeza, (Barcelona, Buenos Aires, La Paz, Quito: Ediciones Certeza) 2000, c1982.
[4]Socíedades Biblicas Unidas, Biblia en Lenguaje Sencillo, (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas) c2000.
[5]Socíedades Biblicas Unidas, Biblia en Lenguaje Sencillo, (Miami: Sociedades Bíblicas Unidas) c2000.

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